Crónica negra en Alcalá de Guadaíra
El siguiente relato es
un suceso real ocurrido en la España reprimida y atemorizada por el miedo.
Primero por una guerra civil entre hermanos y después la dictadura franquista.
Este relato no es una historia sobre quienes eran buenos y quienes eran malos. Es
la historia de un hombre que tiene nombre y apellidos pero que en ningún
momento diré por respeto al protagonista. El auténtico protagonista es otro.
Uno que no tiene apariencia física pero se encuentra en todas partes y nos
persigue por todos los rincones como si fuese un auténtico espectro que vaga
por este frío mundo.
Nos encontramos en la
década de 1940 en el pueblo sevillano de Alcalá de Guadaíra. El sol se estaba
poniendo en una fría tarde de invierno cuando las campanas de la iglesia de
Santiago empezaron a sonar.
No muy lejos de allí
una cuadrilla de albañiles estaba terminando su jornada recogiendo sus
instrumentos para el día siguiente. Cuando uno dijo lo siguiente:
-Es muy raro están
tocando las campanas pero no marca ninguna hora.
-Compadre esas campanas
marcan una misa de difuntos. Esos cabrones se han llevado a otro por delante.
Unas palabras que
marcarán a ese hombre en el resto de su vida. Toda la cuadrilla se marcharon a
sus casas, cenaron y se acostaron.
Ya era de madrugada
cuando en la casa de unos de esos albañiles. Concretamente el que le respondió
a su compañero explicándole que eran esas campanadas. Unos fuertes porrazos
pegaban en la puerta. Toda la familia se despertó para ver quién era. Para la
sorpresa de la familia, la Guardia Civil se presento en la casa para detener a
ese albañil por el único delito de haber comentado aquello que dicho delante de
sus compañeros. Uno de la cuadrilla lo había delatado pensando que entre ellos
había un "enemigo" del régimen y si lo delataba tendría ciertos
beneficios o la oportunidad que esperaba de quitar de en medio a alguien que
realmente no le caía muy bien y lo acuso de lo que no era. Las razones exactas
no la sabremos nunca. Pero aquel humilde trabajador fue detenido y llevado ante
otros detenidos en un furgón.
El furgón se dirigió
hacia el cementerio del pueblo donde iban al menos quince detenidos escoltados
por la Guardia Civil encabezada por un coronel al mando de sus hombres.
Los detenidos fueron
puesta a espalda contra un muro del cementerio. En sus ojos solo salía una
cosa. Miedo, miedo bañado en lágrimas ante delitos que nunca habían cometido.
El coronel dio la orden
de abrir fuegos para fusilar a los arrestados. Y sus hombres si ni siquiera
cuestionarle le obedecieron. Todos los detenidos cayeron al suelo. Pero no
todos estaban muertos. Nuestro anónimo protagonista fue gravemente herido de muerte
e inconsciente. El coronel fue a revisar que todos estaban muertos. Pero algo
le llamo la atención. Se quedo mirando fijamente a la única persona que había
sobrevivido. Le cogió la mano y vio que llevaba una anillo de oro que le
intento quitar pero no consiguió quitárselo del dedo. La única solución que se
le ocurrió fue coger un cuchillo y cortarle el dedo para que de este modo
obtener el anillo.
Antes de que amaneciera
y viniera el sepulturero para echarlos en la fosa común. Este hombre recupero
al consciencia. Se levanto como pudo y se escapo de la muerte. Como puedo llego
hasta su casa donde sus familiares lo ocultaron y curaron sus heridas. Le
aconsejaron que se marchase de España por ni el pueblo ni el país eran seguro
para él. Además de enterarse por boca de un familiar que su anillo que había
sido herencia de su abuelo lo llevaba puesto un coronel de la Guardia Civil
como un auténtico trofeo de guerra.
Nuestro hombre se
marchó de España donde se perdió hasta su rastro hasta la década de 1990. Asegurándose
que su vida ya no correrá ningún peligro. Volvió a Alcalá de Guadaíra se reencontró
con sus hijos y familiares. A los pocos años fue a una conocida taberna del
centro del pueblo. En la barra habían muchos hombres tomando vino y anís,
porque el anís que se hacía en la taberna era muy famoso. De pronto vio un
anillo. Reconoció aquel anillo que había sido suyo. Lo llevaba aquel coronel ya
envejecido.
-Disculpe, ¿se acuerda
usted de mí?
El coronel lo miro y
con cara de sorprendido le dijo que no.
-Mire usted ahora mismo
no me acuerdo. ¿Estuvimos juntos en el colegio? o ¿Hicimos la mili juntos?
-La verdad que ni una
cosa ni la otra. Pero si no se acuerda no pasa nada. Ha pasado mucho tiempo.
-Perdóneme nueva mente.
¿Le apetece un ligaito (es un chupito de anís rebajado con agua)?
-No gracias. Oiga,
bonito anillo lleva usted en la mano.
-Gracias, la verdad que
lleva conmigo ya bastantes años.
-¿Puede hacer el favor
de devolvérmelo?
-¿Devolvérselo?
-Si el anillo. Es mío.
O ya no se acuerda de mí.
-Mire si es una broma
ya me parece suficiente. O se comporta o llamo a la policía.
En ese momento el
antiguo albañil le mostro su mano. Una mano con un dedo amputado. El antiguo
coronel reconoció aquella mano, y acto seguido, guiado por el subconsciente se
quito el anillo pero lo dejo caer. Pues el coronel no daba crédito a lo que
estaba viviendo. Para él un muerto se había presentado delante suya. Un muerto
que mando al otro mundo hace muchos años. Quedo pálido, sin habla, de sus ojos
salía el mismo lenguaje que vio hace muchos años. Justamente aquella misma
noche que fusilo a aquellos hombres y robó ese anillos. Cuando le miró los ojos
a aquellos hombres en los últimos minutos de vida. Esa misma sensación manaba
de sus ojos. Escapo y echo a correr hasta su casa donde cayó enfermo del miedo
que tenía. Un miedo que le trajo la muerte esa misma noche. Unos dicen que
murió en la misma franja horaria cuando fusiló a aquellos hombres. Otros que
tras una terrible agonía tras llegar a su casa. Otros dicen que en esas últimas
horas de sus días las paso recordando todas esas miradas de todas las personas
que había fusilado.
Quizás esta historia no
tenga nombres y apellidos. Porque no es la simple historia de dos hombre. Si no
esta misma historia es de miles de personas. Pueden que no sean de Alcalá o
albañiles. Que se fueron de España o se esconderían para que no fuesen de nuevo
detenido. Y que años después se encontraron con sus delatores o quienes le
condenaron. Y estos por cobardía huyeron hasta que el frío miedo los persiguió
hasta el último de sus día por sus crímenes.
Esta antigua crónica
negra del pueblo sevillano de Alcalá de Guadaíra finaliza aquí. Y nunca olvidéis:
"Si os mira el mal
a la cara, el mal te devolverá la mirada"
y esa historia paso de verdad en Alcala o esta inspirada en otra historia real pero que passo de manera diferente
ResponderEliminarEsa historia es real, me la contó un profesor que tuve en mi instituto. Y una vez se lo comente a mi padre y él me dijo que llego a conocer a ese hombre a finales de los 80 en un bar de Alcalá
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
EliminarPreciosa historia. Ojalá tuviese nombres y apellidos
ResponderEliminarDificil de creer ,todo un coronel mandando un piquete .Suena a cuento chino.
ResponderEliminarDificil de creer ,todo un coronel mandando un piquete .Suena a cuento chino.
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